La Santísima Trinidad

La primera ‘profesión de fe’ se hace en el Bautismo. El ‘símbolo de la fe’ es ante todo el símbolo bautismal. Puesto que el Bautismo es dado ‘en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo’, las verdades de fe profesadas en el Bautismo son articuladas según su referencia a las tres personas de la Santísima TRINIDAD.”

“Nuestra profesión de fe comienza por Dios, porque Dios es ‘el Primero y el Ultimo’, el Principio y el Fin de todo. El Credo comienza por Dios Padre, porque el Padre es la Primera Persona Divina de la Santísima TRINIDAD; nuestro Símbolo se inicia con la creación del cielo y de la tierra, ya que la creación es el comienzo y el fundamento de todas las obras de Dios.

“Los cristianos son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” . La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima TRINIDAD. “El misterio de la Santísima TRINIDAD es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la ‘jerarquía de las verdades de fe’.

“La TRINIDAD es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los ‘misterios escondidos en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto’. Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra creadora y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como TRINIDAD Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.”

“El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre.

“La fe apostólica relativa al Espíritu fue confesada por el segundo Concilio Ecuménico en el año 381 en Constantinopla: ‘Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre’. La Iglesia reconoce así al Padre como ‘la fuente y el origen de toda la divinidad’. El origen eterno del Espíritu Santo está en conexión con el del Hijo: ‘El Espíritu Santo, que es la tercera persona de la TRINIDAD, es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo, de la misma substancia y también de la misma naturaleza. Por eso, no se dice que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la vez el Espíritu del Padre y del Hijo’. El Credo del Concilio de Constantinopla [año 381.] confiesa: ‘Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria’.

“La verdad revelada de la Santísima TRINIDAD ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia, principalmente en el acto del bautismo. “La TRINIDAD es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: ‘la TRINIDAD consubstancial’. Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: ‘El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza’. ‘Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina’.

“Toda la economía divina es la obra común de las tres personas divinas. Porque la TRINIDAD, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación. ‘El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo principio’. Sin embargo, cada persona divina realiza la obra común según su propiedad personal.

“El fin último de toda la economía divina es el acceso de las criaturas a la unidad perfecta de la Bienaventurada TRINIDAD. Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima TRINIDAD: ‘Si alguno me ama -dice el Señor- guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él’. “El misterio de la Santísima TRINIDAD es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo.”

Publicado el 9 junio, 2017 por Jorge N. Mariñez T

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